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pediatra. Los perdiste en el terremoto. Nos lo contaste todo acerca de ellos... nos
mostraste sus fotos.
- «Mi madre fue un tubo de ensayo; mi padre fue un cuchillo». Vickie, puede que haya
un millón o más de gente artificial cuyos «registros de nacimiento» fueron «destruidos» en
la destrucción de Seattle. No hay ninguna forma de contabilizarlos, puesto que sus
mentiras jamás han podido ser confirmadas o negadas. Después de lo que acaba de
ocurrir este mismo mes va a empezar a aparecer una enorme cantidad de gente de mi
clase que ha «nacido» en Acapulco. Tenemos que encontrar pretextos como este para
evitar ser perseguidos por la gente ignorante y llena de prejuicios.
- ¿Estás diciendo que soy ignorante y estoy llena de prejuicios?
- Estoy diciendo que eres una muchacha encantadora a la que sus mayores
alimentaron con una sarta de mentiras. Estoy intentando corregir eso. Pero si el zapato
encaja, puedes meter el pie en él.
Me callé. Vickie no me dio el beso de buenas noches. Estuvimos mucho rato sin
dormirnos.
Al día siguiente cada una de nosotras pretendió que la discusión nunca había tenido
lugar. Vickie no mencionó a Ellen; yo no mencioné a las personas artificiales. Pero todo
aquello estropeó lo que hubiera podido ser una salida estupenda. Hicimos las compras, y
tomamos la lanzadera de la tarde hasta casa. No hice lo que había amenazado hacer...
no llamé a Ellen tan pronto como llegamos a casa. No olvidé sin embargo a Ellen;
simplemente confié en que el aguardar un poco suavizara la situación. Cobardemente,
supongo.
A primeros de la semana siguiente Brian me invitó a ir con él mientras inspeccionaba
un terreno para un cliente. Fue una larga y agradable excursión con una comida en un
hotel campestre con licencia... un fricasé facturado como cerdo aunque seguramente era
cordero, regado con varias jarras de suave cerveza. Comimos fuera, bajo los árboles.
Tras los postres - una tarta de bayas, igualmente deliciosa -, Brian dijo:
- Marjorie, Victoria me vino con una historia muy extraña.
- ¿Sí? ¿De qué se trataba?
- Querida, por favor créeme que no la mencionaría si Vickie no se hubiera mostrado tan
turbada por ello. - Hizo una pausa.
Aguardé.
- ¿Turbada por qué, Brian?
- Afirma que tú le dijiste que eres un artefacto viviente enmascarado como un ser
humano. Lo siento, pero eso es lo que dijo.
- Sí. Eso es lo que le dije. No con esas palabras.
No añadí ninguna explicación. Entonces Brian dijo suavemente:
- ¿Puedo preguntarte por qué?
- Brian, Vickie estaba diciendo algunas cosas realmente estúpidas acerca de los
tonganos, y yo estaba intentando hacerle ver que eran a la vez estúpidas y erróneas...
que estaba ofendiendo a Ellen con ello. Estoy muy preocupada por Ellen. El día que
llegué a casa me hicisteis callar respecto a ella, y me he mantenido callada. Pero no voy a
poder seguir callada mucho tiempo. Brian, ¿qué vamos a hacer respecto a Ellen? Es tu
hija y la mía; no podemos ignorar cómo está siendo maltratada. ¿Qué debemos hacer?
- No estoy necesariamente de acuerdo en que deba hacerse algo, Marjorie. Por favor,
no cambies de tema. Vickie se siente completamente infeliz. Estoy intentando enderezar
el malentendido.
- No he cambiado de tema - respondí -. La injusticia hacia Ellen es el tema, y no voy a
dejarlo. ¿Hay algún aspecto en el cual sea objetable el marido de Ellen? ¿Alguno además
del prejuicio contra él por el hecho de ser tongano?
- Ninguno que yo sepa. De todos modos, según mi opinión, fue inconsiderado por parte
de Ellen casarse con un hombre que ni siquiera había sido presentado a su familia. Eso
no muestra ningún respeto decente hacia la gente que la ha amado y se ha preocupado
por ella durante toda su vida.
- Espera un momento, Brian. Según lo que me dijo Vickie, Ellen pidió traerlo a casa
para inspección, del mismo modo que yo fui traída a casa... y Anita le negó el permiso.
Tras lo cual Ellen se casó con él. ¿Correcto?
- Bueno, sí. Pero Ellen fue testaruda y se apresuró demasiado. Creo que no hubiera
debido hacer eso sin hablar antes con sus otros padres. Yo me sentí muy dolido por ello.
- ¿Intentó ella hablar contigo? ¿Hiciste tú algún intento para hablar con ella?
- Marjorie, cuando me enteré de todo ello, se trataba ya de un fait accompli.
- Eso he oído. Brian, desde que llegué a casa he estado esperando a que alguien
pudiera explicarme lo que había ocurrido. Según Vickie, nada de esto fue ni siquiera
debatido en un consejo familiar. Anita se negó a dejar que Ellen trajera a su amor a casa.
El resto de los padres de Ellen ni siquiera se enteraron o no interfirieron con la, esto,
crueldad de Anita. Sí, crueldad. Tras lo cual la muchacha se casó. Tras lo cual Anita
aumentó su crueldad inicial con una grave injusticia: le negó a Ellen su derecho de
nacimiento, su participación de la riqueza de la familia. ¿Es todo eso cierto?
- Marjorie, tú no estabas aquí. El resto de nosotros, seis de siete, actuamos tan
juiciosamente como creímos en una situación difícil. No creo que tengas derecho a venir
después y criticar lo que hemos hecho... no creo que lo tengas.
- Querido, no pretendía ofenderte. Pero mi punto de vista es que seis de vosotros no
hicisteis nada. Anita, actuando sola, hizo cosas que me parecen crueles e injustas... y el
resto de vosotros os quedasteis al margen y la dejasteis seguir adelante con ello. Ninguna
decisión familiar, sólo la decisión de Anita. Si esto es cierto, Brian, y corrígeme si estoy
equivocada, entonces me siento impulsada a solicitar una sesión ejecutiva plenaria de
todos los esposos y esposas para corregir esta crueldad invitando a Ellen y a su esposo a
visitar el hogar, y para corregir la injusticia pagándole a Ellen su parte legal de la riqueza
de la familia, o al menos aceptando la deuda si no puede ser liquidada inmediatamente.
¿Me darás tu opinión al respecto?
Brian tabaleó la mesa.
- Marjorie, esa es una visión simplista de una situación compleja. ¿Admitirás que quiero
a Ellen y que tengo en mente tan sólo su bienestar, tanto como puedas tenerlo tú?
- ¡Por supuesto, querido!
- Gracias. Estoy de acuerdo contigo en que Anita no hubiera debido negarse a permitir
que Ellen trajera a su joven a casa. De hecho, si Ellen lo hubiera visto contra el entorno de
su propia casa, con sus costumbres y sus tradiciones, quizá hubiera decidido por sí
misma que no era para ella. Anita arrojó a Ellen a un estúpido matrimonio... y así se lo
dije. Pero el asunto no puede ser inmediatamente corregido invitándoles a ellos, aquí.
Puedes ver eso. Admitirás que Anita debería recibirlos cálida y graciosamente... pero
sabes por Dios que no lo hará... si somos los demás los que la obligamos a ello.
Me sonrió, y yo me vi obligada a devolverle la sonrisa. Anita puede ser encantadora... y
puede ser increíblemente fría y ruda si se le antoja.
- En cambio - prosiguió Brian -, voy a tener ocasión de efectuar un viaje a Tonga dentro
de un par de semanas, y eso me permitirá verme con ellos sin tener a Anita mirando por
encima del hombro...
- ¡Estupendo! Llévame contigo... ¿por favor?
- Eso irritaría a Anita.
- Brian, Anita ha hecho mucho más que irritarme a mí. No voy a dejar de visitar a Ellen
por eso.
- Hummm... ¿dejarías de hacer algo que puede dañar el bienestar de todos nosotros?
- Si me fuera señalado claramente, sí. Pero pediría una explicación.
- La tendrás. Pero déjame tratar de tu segundo punto. Por supuesto, Ellen recibirá
hasta el último céntimo de lo que le corresponde. Pero me concederás que no hay
ninguna urgencia en pagárselo. Los matrimonios apresurados a menudo no duran mucho.
Y, aunque no tengo pruebas de ello, es muy posible que Ellen haya sido atrapada por un
cazafortunas. Esperemos un poco y veamos lo ansioso que se muestra el tipo en echar
mano a su dinero. ¿No es eso prudente?
Tuve que admitirlo. Él prosiguió:
- Marjorie, amor mío, tú nos resultas especialmente querida a mí y a todos nosotros
porque te vemos tan poco. Eso hace que cada uno de tus viajes a casa sean una nueva [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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